Últimos apuntes

In Defense of Food: An Eater’s Manifesto – Michael Pollan
Instrucciones para convertirse en fascista – Michela Murgia
The Cost of Living Crisis – Costas Lapavitsas, James Meadway, Doug Nicholls
“Un peligro para México” y otros cuentos – Héctor Alejandro Quintanar
Así no es – Viri Ríos
What Do We Know and What Should We Do About Fake News? – Nick Anstead

Come ordinare una biblioteca – Roberto Calasso

Mis apuntes

Hay muchas maneras de acomodar una biblioteca, pero debemos comenzar de la premisa de que es imposible hacerlo por completo debido a la entropía. Las cosas están en constante cambio y deterioro todo el tiempo.

Podemos pensar incluso en cubrir los libros; así, la biblioteca estaría irreconocible y no se podría distinguir de qué materia mental está hecha la casa del propietario, si no se pueden leer sus títulos. Uno puede entender esto con las revistas.

El verdadero lector está siempre leyendo 2, 3, o incluso 10 libros, y la novedad llega como un disturbio.

Hay algunos libros, “los libracci” —esos libros— que no se pueden catalogar por ser de géneros a veces incatalogables: mística y cosas raras.

Algunos libros no pueden ser catalogados porque están hechos fuera de medida, muy altos o de dimensiones raras. Estos se distinguen y no se pueden ordenar. Además, obedecen a un principio superior: todos los libros quieren ser usados (leídos).

Un lector que no es capaz de fantasear sobre un catálogo es un lector improbable.

Es esencial para un lector comprar muchos libros que no se leerán de inmediato. Luego, a distancia de un año, dos años, cinco años, diez años, treinta años, cuarenta años, se sentirá la necesidad de querer leer ese libro, y se le encontrará en un lugar poco frecuentado de la biblioteca.

Hoy, la informática ha reducido enormemente el tiempo de espera en la búsqueda de libros. Sin embargo, esto no quita (y yo personalmente no lo quitaré) el encanto de encontrarse entre las manos un libro del cual no se sentía necesidad hasta hace un momento.

La librería ideal es aquella donde se entra y se sale con un libro totalmente diferente del que se pensaba adquirir.

El librero en esta librería es una persona que ordena los libros, no siempre para hacerlos encontrar. Debe resistir la tentación de agregar más cuando abre nuevas cajas de novedades. Este problema no se puede resolver, o al menos no con reglas generales.

Es muy raro que los libros, una vez leídos, se queden absolutamente iguales sin una marca de lápiz. No agregar a un libro marcas de lecturas es prueba de indiferencia. O de asombro ante que, cómo y dónde intervenir.  Uno puede escribir en los márgenes, agregar expresiones o preguntas y que después de revisar revivan esta misma curiosidad. Y en el futuro, veinte años después, volver a leer y encontrarse con la persona que leyó eso y lo revive a través de los apuntes.

El autor entonces tira una provocación: He siempre desconfiado de las personas que buscan mantener los libros intactos, sin ninguna señal de uso. Estos son malos lectores. Todas las lecturas dejan marcas, aunque no dejen nada sobre el papel. Un ojo entrenado sabe distinguir una hoja que ha sido leída.

El ordenamiento de una biblioteca no debería encontrar o tener un orden absoluto, simplemente, porque es un organismo vivo, en perenne movimiento.

La señora finlandesa le pregunta al padre del autor al ver los libros que del siglo V y VIII este tenía en su casa en Roma: ¿los ha leído todos? La verdad es que algunos libros no están hechos para ser leídos como tal, sino consultados. Leer es, sobre todo, leer en hoja, es imaginar, volver y tener a disposición un mundo entero.

Las cosas esenciales, como aquella de ordenar una biblioteca, no cambian.

Llegaron los audiolibros y una señora señala que ahora va a poder organizar mejor las cosas porque los libros físicos van a dejar de acomodar polvo.

Con el advenimiento de Amazon, y la habilidad de disponer de libros a cualquier momento, ha afectado a las grandes compañías que se dieron cuenta, no son tan grandes y la manera que leemos en la pantalla cambia, aunque no se podría sustituir.

La librería convencional es un recorrido donde al recorrer ese “orden desorden” se encuentran cosas que no se buscaban. El contacto físico no se puede equiparar.

Últimos apuntes

On Grief and Grieving – Elisabeth & Kessler Kubler-Ross
Talking to Strangers: What We Should Know About the People We Don’t Know
Media Control – Noam Chomsky
Man’s Search for Meaning – Viktor E. Frankl
Non Violent Communication A Language of Life – Marshall B. Rosenberg
The State of Affairs – Esther Perel