La democracia (y las democracias) fracasaron en comunicar y en manejar las jerarquías. Los poderes fácticos se encargaron de decir que las democracias son inestables. La inestabilidad del gobierno es el defecto primario de la democracia.
El líder funciona en la democracia (y necesita mucho consenso), pero lo que se necesita es un Jefe-Capo. Para que este llegue, se tendrían que cambiar las leyes electorales y luego desprestigiar esas mismas leyes que dividen al país. Lo más económico y efectivo es que haya solo una persona al mando que decida.
La democracia y los políticos cuestan mucho a la gente.
Una vez alcanzado el orden, hay que mantenerlo con una comunicación banal y efectiva. Simple pero directa, que no sea como la de los políticos clásicos.
Con la comunicación y los nuevos medios, es importante que no se perciba una voz por encima de las demás y que se pierda la verdad y la busqueda de esta.
La voz y el mensaje del JEFE tienen que ser repetidos usando esos medios hasta el cansancio y, usando todo el poder, no dejar que se confunda con los demás. No hay debate de soluciones, solo que se quite el miedo y se siga desprestigiando la verdad.
Al fascista le sirve un enemigo, que, a diferencia de un adversario en democracia, debe ser deslegitimado. Los democráticos juegan con las reglas, y los fascistas las usan como caballos de Troya para, una vez en el poder, apoderarse de todo. No hay que tener piedad para con el “otro”, para con el enemigo.
Hay que proteger a la figura “materna” —no necesariamente a la mujer, que es otra cosa—. No hay que defender a los gays ni a ese multiculturalismo y al amor por la diversidad. Estamos en peligro y basta con que el JEFE proteja a los nuestros.
En la duda, golpea. En las democracias, cuando se necesita tener orden, no se puede hacer nada: hay muchos poderes que lo impiden. El Estado es la fuerza, en teoría, pero no puede utilizarla. ¿Cómo así? Porque violan los derechos.
Ser popular no es lo mismo que ser populista, y ser populista no es lo mismo que ser fascista.
Pero todos los fascistas son populistas. Ellos cuidan que la gente no los vea como en las democracias: como iguales. La democracia está intoxicada con hacer que todos se perciban iguales. Por eso el fascismo es mejor.
A cada quien se le trata como se debe y se le habla como merece.
¿Soluciones? Ciertamente, pero no de largo plazo.
Los radical chic no harán nada porque, no solo se sitúan moralmente por encima, sino que no quieren acabar con esos problemas de fondo que tú tampoco, como buen fascista, quieres eliminar.